MIGUEL A.S. / LA CORUÑA
¿Cansado de que su equipo pierda? ¿Envidioso de que sus amigos presuman de victorias deportivas? ¿Desilusionado por la falta de jugadores mediáticos en su equipo? Pues no se preocupe, ya que afortunadamente sus males tienen fácil solución.
Ayer, tras una nueva exhibición de papanatismo provinciano en las gradas de Riazor, tuve la oportunidad de charlar con un colega inglés, seguidor del Leeds United. Me decía que le había sorprendido la inmensa cantidad de gente que se había desplazado desde Barcelona y el hecho de que estuviesen repartidos por todas las gradas, aunque mayor sorpresa se llevó cuando le expliqué que de venir de Barcelona nada de nada, y que la inmensa mayoría eran de la propia Coruña y del resto de Galicia.
Él, acostumbrado a que el equipo de fútbol es como la familia, es decir, te toca y no se elige, siguió sin entender muy bien la coyuntura, así que el siguiente paso fue dejarle claro que lo que se trata aquí es de ser de un equipo grande, que no hay coruñeses del Espanyol, Getafe, Hospitalet o Móstoles, pero que cuando vienen Madrid o Barcelona, Riazor se plaga de estos aficionados ávidos de triunfo.
Su siguiente pregunta fue muy directa: ¿Pero a esa gente le gusta el fútbol y entiende lo que significa ser de un equipo? Obviamente, ni supe ni pude responderle.
De vuelta a casa y con la Plaza de Portugal convertida en una sucursal de Canaletas pensé que tal vez esto de ser fiel al equipo de tu tierra y portar sus colores con orgullo en los malos momentos no era más que un vulgar romanticismo que tal vez funcione en otros países, pero que aquí se ha agotado definitivamente por falta de uso.
Así las cosas, había que tomar medidas drásticas y esta misma mañana he comprado mi primera camiseta blaugrana a la que estamparé el nombre del próximo balón de oro. Sin embargo, no estaba satisfecho del todo, ya que cuando se hacen las cosas hay que intentar hacerlas lo mejor posible y, ya metido en gastos, he adquirido también la elástica merengue de Cristiano Ronaldo —desde hoy CR7 — con lo que mis posibilidades de éxito son prácticamente seguras.
¡Ah! Y que nadie piense que abandono al Deportivo —de hecho desde ahora le llamaré ‘Súper Depor’— no vaya a ser que algún día gane algo importante y me pierda la fiesta. El equipo de mi tierra siempre presente, eso sí, en la recámara.
Pues aquí estoy con mis tres camisetas, convencido de que este año ganaré un título o varios y de que podré presumir en el bar de Copas de Europa y demás proezas. Ahora bien, ustedes se preguntarán si me siento mejor que antes, y la respuesta es negativa. De hecho me siento completamente ridículo y estúpido, pero dicen que para presumir hay que sufrir, así que tocará sentirme domingo a domingo como un auténtico imbécil a cambio de un futuro repleto de memorables éxitos deportivos.